La tercera persona de la Trinidad de Dios es el Espíritu Santo, que es el Espíritu de Dios Padre y Jesucristo. Cuando Jesús y Sus discípulos se juntaron por última vez, El prometió mandar a Su Santo Espíritu, para dar fortaleza y consuelo (Juan 14:26).
En el primer día de la semana, María Magdalena fue a la tumba de Jesús en el crepúsculo de la mañana. Había encontrado una tumba vacía. La piedra había sido trasladada desde la apertura de la tumba. María fue a decir a los discípulos de este. Pedro y los otros discípulos se apresuraron a la tumba de Jesús. Vieron de la que María había dicho (Juan 20: 1-9).
Confesión por lo general significa la confesión privada, en la que una persona confiesa sus pecados a un padre confesor que luego pronuncia la absolución a la persona penitente. La doctrina cristiana de la Iglesia Luterana afirma: “En la confesión Dios nos perdona nuestros pecados - - Podemos confesar a un pastor o a otro cristiano cuando nuestra conciencia nos molesta, y no nos da paz - - Las palabras de la absolución son ciertas, ya que son, según la promesa de Dios, sus propias palabras.”
La ley es estricta y exigente. Jesús enseñó que hasta un pensamiento malo en el corazón del hombre es una transgresión a la voluntad de Dios. Nadie es capaz de vivir su vida de tal manera que nunca transgreda la voluntad de Dios. Sin embargo, la ley es condicional y exige obediencia completa.
Pablo escribió a los Romanos: “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17) ¿Se le ha llamado en el reino de Dios? ¿Sabe cómo se siente al experimentar la justicia, la paz y la alegría?
La palabra del Evangelio nos cuenta del sacrificio y de la obra expiatoria que son aceptables a Dios. El profeta Isaías predijo sobre el sacrificio de expiación perfecto, Jesucristo. A Isaías también se le permitió ver el banquete preparado en el Monte del Sion y la fiesta de bodas del Cordero. Esta visión de esperanza aun es ofrecida a los creyentes en la palabra de Dios. Nosotros también podemos anticipar el sabor de del banquete celestial en la Santa Cena del Señor.
Dios cuida de Sus hijos como un pastor cuida de su rebaño. Él busca, cuida, y alimenta a Sus ovejas. El Buen Pastor no aleja a los pecadores o los conduce a perdición, sino que los ama y los llama a él. Dios perdona a los débiles y a los penitentes en Su Reino.
En su carta a los romanos, Pablo enseña que el Reino de Dios es: Algo que experimentamos internamente, y que no es algo físico o externo. El reino de Dios es justicia, paz y gozo.
El amor es la marca distintiva del reino de Dios. El amor del Buen Pastor se expresa en la alegría. Un seguidor de Jesucristo se regocija por el don de la fe y la esperanza de la vida eterna. El evangelio nos da fuerza para creer y amar a otros hijos de Dios.
La importancia de oír la palabra de Dios está enfatizada en la Biblia. El apóstol Pablo escribió: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” Es importante reunirse a escuchar lo que Dios desea hacernos conocer a través de su Espíritu. Pero la fe no viene a menos que el Espíritu Santo haga su trabajo en el predicador de la palabra y en el oyente.
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