El amor es la marca distintiva del reino de Dios. El amor del Buen Pastor se expresa en la alegría. Un seguidor de Jesucristo se regocija por el don de la fe y la esperanza de la vida eterna. El evangelio nos da fuerza para creer y amar a otros hijos de Dios.
Al acercarse el tiempo de la Pascua, nuestro Redentor cenó con Sus seguidores. Él lavó los pies de Sus discípulos y de ese modo les proporcionó un ejemplo: los discípulos debían hacer como Su Señor les había enseñado (Juan 13: 1-17). El Redentor explica el significado del lavatorio de los pies en Su sermón de despedida (Juan 13: 31-14: 31). El contenido básico del sermón se expresa en las palabras: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros” (Juan 13:34). El amor de Jesús por Sus discípulos fue perfecto hasta el final.
En la última cena, el Maestro les contó a Sus discípulos la parábola de la vid y sus ramas: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.” (Juan 15: 1-4). La fuerza para creer y producir buenos frutos proviene de Cristo
El Espíritu Santo enseña
El Hijo de Dios -- el maestro perfecto -- dice a sus seguidores sobre el amor de Dios: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.” (Juan 15: 9-10).
La congregación de Cristo cree y vive sobre el fundamento eterno de la Palabra de Dios. Jesús dijo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” (Juan 14: 26). “Y este es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.” (1 Juan 3: 23-24).
La voz del Buen Pastor se escucha en el evangelio
Jesús dice: “Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.” (Juan 10: 14-16). Escuchamos la voz del Buen Pastor cuando un creyente proclama el perdón de los pecados en el nombre y la expiación por la sangre de Jesús.
El evangelio del perdón de los pecados da la fuerza para creer y amar a los demás hijos de Dios: “- - Dios es luz, y no hay tinieblas en él. Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en la luz, como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1: 5-9).
Alegría en el amor del Buen Pastor
El amor del Buen Pastor da luz a la alegría. Jesús dijo: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.” (Juan 15:11). Un seguidor de Cristo se regocija por el don de la fe que Dios ha preparado en su Hijo Jesucristo: “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.” (1 Juan 5: 4).
Un hijo de Dios también se regocija por la esperanza de la vida eterna: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” (1 Juan 3: 2-3).
El amor es la marca distintiva del reino de Dios
El amor es la marca distintiva del reino de Dios en este mundo. Jesús dice: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13:35). Nuestro Redentor ordena suavemente a sus seguidores: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.” (Juan 15:12).
El amor mutuo de los creyentes y la unidad del Espíritu Santo llama a una persona incredula al arrepentimiento y la fe en el evangelio; a la comunión con el reino de Dios. Hay gozo en el cielo y en la congregación de Dios sobre todos y cada uno que ha recibido la gracia del arrepentimiento (Lucas 15:3-7). Hay una gran alegría cuando el buen pastor encuentra su oveja perdida: “Multiplicaste la gente, y aumentaste la alegría. Se alegrarán delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan cuando reparten despojos.” (Isaías 9:3).
Texto: Kyösti Pieviläinen
Traducción: M. B.
Recursos:Siionin Lähetyslehti 2/2014
Julkaistu espanjankielisessä kieliliitteessä 11/2014.
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