Mi nombre es Sarah y soy de Bondo, Kenia, donde vivo juntos a mi marido y nuestros hijos.
La primera vez que conocí a creyentes fue cuando estuve en Finlandia como estudiante de intercambio de enfermería. Mi alojamiento estaba situado cerca de la congregación de Oulu.
Una vez cuando estaba haciendo las prácticas, conocí a un hombre creyente, Samuli Riekki.
Sonriendo, él me acercó cuando estaba pintando en una esquina. El murmulló algunas palabras esperando que yo entendiera, pero porque su inglés no era suficiente, el no supo continuar.
Afortunadamente había estudiado algunas palabras básicas para sobrevivir en este país extraño. Pero hice peor la agonía de Samuli de intentar hablar porque dije en mi finlandés imperfecto: ¿mitta kuulu?, ¿commo estas?. Samuli estaba tan confundido que sólo dijo su nombre “Riekki”. Yo dije: Mina on Sarah, Yo es Sarah.
Samuli se fue, pero pronto volvió con una mujer que hablaba inglés mejor que él. Así nuestra conversación empezaba a funcionar y Samuli se presentó con una invitación de venir a visitar su casa.
Creo que el Espíritu Santo le guio. Envié la invitación a los otros estudiantes, Leonard, Christine, Electa, Elizabeth y otros que quisieran venir con nosotros.
Ellos nos hicieron sentir bienvenidos, la casa estaba llena de felicidad y gozo, que pareció bastante raro. Allí conocimos también otros amigos de la familia. Nosotros, especialmente yo, pensamos que quizás se sienten alegres mirando nuestra piel tan fea. Luego me aclaró que todo fue por el amor sincero y el gozo que nos da el Señor Jesús.
Me di cuenta que eso es cierto cuando Samuli nos invitó a los servicios de tarde en la congregación de Oulu. Esa tarde escuché con precisión el sermón. Cuando el sermón estaba a punto de terminar, me sentí condenada por mis pecados. Cuando el ministro dijo que podemos creer nuestros pecados perdonados, levanté mi mano y sentí en mi corazón una paz y serenidad realmente maravillosa.
En mi vida he tenido muchas tipos de luchas y en mi corazón tuve mucha amargura. Cuando oré fuerzas para poder perdonar a otras personas también, sentí que mi corazón se tranquilizó. El mensaje de perdón me ha mantenido en este camino hasta hoy. Me ha enseñado que la paz y tranquilidad del Espíritu Santo quedan en el corazón, cuando verdaderamente queremos perdonar el uno al otro.
Es milagroso que todos los amigos que conocimos en la casa de Samuli y en la congregación han quedado como amigos hasta ahora.
El reino de Dios es igual que una semilla de mostaza y un tesoro escondido. Mi experiencia del Reino de Dios es igual que en las parábolas del evangelio de Mateo (Mateo 13.31-32, 44)
Antes de entrar en este reino, no fui nadie. Luchaba para desahogarme de mi pasado miserable, lleno de necesidad. Cuando con humildad recibí la semilla del evangelio, la semilla empezó a crecer en mí. Ha crecido así, que mi familia también la vio y han podido entrar en el Reino de Dios. Ha crecido tan grande que ha ayudado también a otras personas, como a mi hermana y otros familiares míos a encontrar seguridad y ayudarnos mutuamente, porque Dios nos ha bendecido con su bendición celestial en los cielos (Efesios 1.3).
El reino de Dios es precioso para mí, un tesoro escondido, que espero que lo encontrarán todos los que aún no lo tienen. Es maravilloso ser un hijo de Dios. Él ha sido para mí el proveedor de regalos y mi protector.
Con Él dejo todo mi confianza. Por la gracia de Dios hoy soy quien soy.
Quiero invitarte a este reino, querido amigo quien seas, quizás también estas luchando en tu vida. Los brazos de Dios están abiertos y está esperando para abrazarte.
Ven, y cree tus pecados perdonados en su preciosa sangre.
Texto: Sarah Ndenga Sidwaka
Traducción: P.H.
Julkaistu espanjankielisessä numerossa 22.8.2018
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