El ministerio público de Jesús comenzó después de su bautismo en el Jordán por Juan el Bautista. Esta ocasión fue presenciado por Dios en el cielo: “Este es mi Hijo amado; a él oíd” (Mateo 3:17). Después de su bautismo Jesús fue al desierto para prepararse para su ministerio. Él ayunó durante 40 días, y después de esto, el enemigo tentó Jesús, que tiene hambre, de muchas maneras. Jesús se defendió del enemigo por recitando la palabra de Dios en las Escrituras. Él finalmente se alejó del enemigo, y los ángeles vinieron a servirle.
Pronto Jesús fue informado de que su predecesor Juan había sido asesinado. Llamó a un grupo de discípulos para seguirle y comenzó a predicar. Su instrucción y la actividad atrajo mucha atención, y las multitudes de personas se reunieron para escucharlo. Lo que hoy conocemos como el Sermón de la Montaña fue su primer y más conocido discurso público.
Desde el principio, la instrucción de Jesús involucró el uso de parábolas e imágenes verbales. Sus parábolas se refieren a los objetos y los acontecimientos cotidianos y por lo tanto eran fáciles de entender. Otro aspecto esencial era que sabía las Sagradas Escrituras, explicó y las interpretó como “quien tiene autoridad” (Mateo 7:29).
Las casas están hechas para la seguridad
El Sermón de la Montaña concluye con la parábola de dos constructores diferentes. En él se resumen las instrucciones de Jesús y aborda cada oyente personalmente. “Todo el que oiga estas palabras mías y las hace, le compararé a un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca.”
La parábola nos habla de dos constructores. Uno de ellos era sabio y el otro tonto. Es fácil para el oyente para elegir cuál de ellos para identificarse. A través de esta identificación el oyente casi se convierte en parte de la historia. El constructor sabio construyó su casa sobre la roca, el tonto en la arena. Cada uno completaron su casa, y todo parecía estar bien.
Pero entonces el tiempo cambió. Hubo una tormenta. La lluvia, el agua de la inundación y el viento azotaron contra las casas y la tierra y comenzaron a erosionar la arena. La casa del hombre tonto se derrumbó, y la familia se quedo sin refugio. Hubo daños graves. La casa del constructor sabio no sufrir daños, porque tenía una base sólida.
El edificar no es suficiente
Según la parábola, la fe debe estar basada en una fundación que perdura incluso en los ensayos. Durante todo la historia la gente ha mantenido diferentes puntos de vista de lo que es la fe correcta. Muchas personas piensan que no es importante lo que usted cree, solamente que usted cree y reconoce que hay un Dios. Si esto fuera cierto, ¿por qué Jesús advierte con tal seriedad contra la construcción de una base débil?
Pablo más adelante subraya la importancia de una base sólida de la misma manera como lo hizo Jesús. “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa” (1 Cor. 3:10–14).
El edificio también es importante, pero sin una base sólida ni siquiera un edificio sólido se mantendrá en los ensayos, y ciertamente no en el Juicio Final.
Fundación de Cristo
Al final de la parábola de los constructores Jesús subraya que no es sólo suficiente el escuchar, pero también hay que vivir como creemos. Y debemos creer que Él nos ha dado instrucciones con la autoridad del poder de Dios. Incluso un edificio más débil perdura si tiene una buena base. La justicia de la fe se basa en Cristo, la salvación que Él preparó para nosotros, Su palabra.
Jesús preguntó a sus discípulos que decía la gente sobre quien era. Luego continuó dirigiéndose a sus discípulos: “Pero, ¿quién decís que soy yo?” Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:15–16.) Jesús fundó Su congregación en esta confesión. Será perdurar porque su base sólida es la salvación que Dios preparó de su hijo Jesucristo. Jesús también autorizó a Su congregación para proclamar este mensaje cuando Él le dio a Pedro las llaves del reino de los cielos.
La parábola nos enseña a tomar buenas decisiones. Nos invita a la comunión con Cristo. La salvación preparada por Cristo soportar las tormentas del mundo, y un día nos introduzca en el remanso de paz de la vida eterna.
Texto: Mikko Uljas
Traducción: MB
Recursos: Siionin Lähetyslehti 11/2014
Tekstissä käsitellään raamatunkohtaa: Mateo 7:24–27
Julkaistu espanjankielisessä kieliliitteessä 24.11.2015.
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