Pocas personas piensan que juzgan a los demás. Sin embargo, nosotros como seres humanos tenemos una tendencia a hacer evaluaciones, como unos juicios de otras personas, sin pensar mucho.
Jesús nos abre los ojos para descubrir que no siempre nuestras presunciones sobre los demás son verdaderos. A menudo, también olvidamos que nosotros mismos estamos en el mismo barco. Tal vez en retrospectiva, nos damos cuenta de que, en algunas circunstancias, hemos actuado del mismo modo imprudente que aquella persona a la que criticamos.
Es bueno que Jesús niegue condenar a otras personas. A veces la gente se siente que los creyentes juzgan aquellos que creen y viven de manera diferente. Es cierto que no podemos aceptar tales elecciones o estilos de vida que son incompatibles con la palabra de Dios y con la enseñanza del Espíritu Santo.
No obstante, nosotros y los demás deberíamos ser capaces de conversar de las diferentes comprensiones de manera constructiva. Las disputas, las vituperaciones y el empinamiento innecesario no ayudan para nada. Hay que aceptar el hecho de que todo el mundo tiene derecho a vivir en el camino elegido, pero sin romper la ley o haga daño a nadie.
El arrepentimiento abre a ver la verdad
Si alguien vive una vida contraria a la voluntad de Dios, podemos pensar que lo hará sin saberlo, en la incredulidad (1 Tim. 1:13). Si una buena conexión de discusión surge, podemos serenamente plantear perspectivas que ayudan a enterder la fe. Sin embargo, sólo el arrepentimiento y la fe influencian que la disidencia ve la verdad, como le pasó a Saulo.
El juzgar no calienta ni abre el camino hacia El Dios misericordioso. En cambio, la gracia enseña a rechazar toda impiedad (Tito 2). También nos da la fuerza para corregir los errores hechos.
Saulo, quien se mencionó después como Pablo, es también un ejemplo de cómo el hombre santurrón puede ver un montón de errores aún en los creyentes, pero no ve “la viga en el propio ojo.” Afortunadamente, Dios puede ayudar a cada uno a encontrar sus propias faltas en primer lugar.
Está feliz a perdonar
No siempre es fácil perdonar. Particularmente difícil es cuando se siente insultado. La sensación del resentimiento no es fácil de ignorar. El orgullo se levanta a la cabeza sutilmente. Sin embargo, Jesús nos anima para estar dispuestos a perdonar. Sin duda, la disponibilidad de indultar a los demás surge de la experiencia de haber recibido uno mismo el perdón.
Se puede ser exigente y despiadado contra el prójimo si se olvida su propia pecaminosidad y su debilidad. Esto le pasó al criado del rey, quien mostró impiedad hacia su compañero, a pesar de que acababa de recibir el perdón de sus pecados (Mat. 18).
A veces se necesita tiempo y la mente de la oración para que se ablande el corazón para perdonar. Sin embargo, es muy importante, ya que existe el peligro de que nosotros mismos no somos perdonados si negamos el perdón al prójimo. Se es más feliz perdonando y liberándose también a sí mismo, que alimentar el corazón con amargura.
Texto: Ilari Kinnunen
Publicación: Päivämies 24/2016
Traducción: V. y D. N.
Julkaistu espanjankielisessä numerossa 10.5.2017
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