Muchos miembros del pueblo de Israel escucharon las enseñanzas de Jesús, pero no actuaron conforme a ellas. En ellos se hizo cierta la profecía del profeta, cuando dijo “con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan” (Mateo 13:15). La palabra que no escucharon no les llego al corazón. Escuchar la buena nueva no fue de provecho para ellos, ya que no la creyeron (Hebreos 4:2)
La suplica “Habla Señor, tu siervo escucha” es importante para los invitados del servicio. También es importante para los hijos de Dios y los que aún están buscando el Reino de Dios y su misericordia. Dios es quien abre los oídos – los oídos del corazón – para escuchar y entender (Salmos 40:7).
La Fe es la obra de Dios
Dios despierta al incrédulo para escuchar Su palabra en muchas formas diferentes. Puede ser por medio de experiencias de pérdida o éxito, la enfermedad propia o de algún ser querido, la muerte de alguien a quien amamos. También el ejemplo y forma de vivir de algún creyente puede causar a la persona a detenerse y examinar su propia vida con la perspectiva de la eternidad. Cualquiera que sea la manera usada por Dios de despertar al incrédulo. Siempre le llevara a pausar en y a través de Su palabra. Cuando la conciencia de Martin Lutero fue despertada, él se entristeció por causa de sus pecados. “Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” se lamentaba. Entonces, se hizo la pregunta más importante: Donde puedo encontrar al Dios misericordioso; Cómo puedo ser un hijo de Dios?
Lutero enseñó: “Creo que ni por mi propia razón, ni por mis propias fuerzas soy capaz de creer en Jesucristo, mi Señor, o venir a Él; sino que el Espíritu Santo me ha llamado por medio del Evangelio, me ha iluminado con sus dones, y me ha santificado y conservado en la verdadera fe, del mismo modo como El llama, congrega, ilumina y santifica a toda la cristiandad de la tierra, y la conserva unida a Jesucristo en la verdadera y única fe” (Catecismo, Explicación del artículo tercero del Credo)
El Espíritu Santo tiene una congregación en esta tierra. Así como Lutero dijo, “Que es la madre, pues ella engendra y mantiene a todo cristiano mediante la palabra de Dios” (Catecismo Mayor)
Jesús dejó el poder del perdón de los pecados a Sus discípulos. La absolución es la voz verdadera del evangelio. Que consuela y tranquiliza la conciencia. “la fe viene del oír” dijo Pablo. Jesús dijo: “El que a vosotros oye, a mí me oye.”
El evangelio vivo y que da vida está presente en la congregación de Dios mediante el Espíritu Santo. Dios da vida a Sus hijos por medio del Espíritu Santo. Por lo tanto, es importante encontrar a creyentes, que como miembros del Reino de Dios, administran la oficina del Espíritu Santo: Que liberan a las personas de las ataduras del pecado a través del evangelio.
Lutero enseña en su libro de homilías: “Por lo tanto, la fe no viene o se queda, salvo por el oír, y sale a través de la predicación del evangelio: por lo tanto es capaz de comenzar, crecer y ser más fuerte.”
Solo por Gracia, por el mérito de Cristo
La fe es un regalo de Dios. Cada persona es traída a este mundo como dueña de este regalo. Para la persona que ha perdido su fe en la infancia, Dios la entrega como regalo a través del evangelio que El mismo proclama por el Espíritu Santo en Su Reino. Solo por fe, somos aceptables delante de Dios.
El objeto de la fe es Jesucristo. Que ha hecho Cristo? Que ha ganado? Esta pregunta es contestada por la verdad del evangelio: El redimió al hombre del pecado, del poder del diablo y de la muerte eterna. Cuando tenemos a Cristo por fe, tenemos honradez y vida.
Vale la pena preservar y nutrir el regalo de la fe. Esto requiere todas las herramientas de la Gracia de Dios. Cristo fortalece nuestra fe e incrementa nuestra esperanza mediante el sacramento de la comunión – El pan y el vino. Es bueno hablar a nuestro Padre Celestial en oración acerca de cosas en nuestra mente y agradecerle por sus regalos y ayuda. Los miembros de la familia de Dios son alentados cuando se reúnen con en los servicios de hablar acerca del camino de la fe con los amigos y los demás creyentes. La congregación de Dios también tiene el regalo de la confesión: un hijo de Dios perdonado, tiene el derecho y la posibilidad de hablar con un confesor – padre o madre – acerca de las cargas que agobian la mente y también de escuchar el dulce mensaje del perdón de los pecados.
La palabra de Dios – Escuchada y leída – es esencial para el cuidado de nuestra vida de fe. El apóstol Pablo nos instruye a leer la Escrituras, recordándonos que “Toda la escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim 3:16–17). Pablo anima a Timoteo: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quien has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Tim 14–15).
Somos instruidos a escuchar la palabra de Dios en el tercer mandamiento, por ejemplo, así como Lutero explico: “Debemos temer y amar a Dios que no podemos despreciar la predicación y Su Palabra, sino mantenerla sagrado, y con mucho gusto escuchar y aprender”. Estudiando y escuchando la palabra es la mejor adoración y la mejor manera de pasar el día Santo.
La fe es un asunto del corazón y personal. Es por eso que es importante el vigilar nuestra fe y escuchar la palabra de Dios. Tenemos razones de orar a Dios y pedirle que preserve en nuestros corazones el deseo de aprender y escuchar la palabra de Dios. Es muy peligroso si nos cansamos de su palabra. El apóstol nos advierte de esto, usando como ejemplo a ciertos miembros de la congregación de los Hebreos; “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:25).
Obediencia de la fe
Dios le ha dado a cada uno de sus hijos un maestro, El Espíritu Santo. El guía al hijo de Dios en sus caminos. Así como el Espíritu de Dios nos lleva por el camino estrecho hacia nuestro destino. También nos enseña a dejar el pecado y nos guía a las fuentes de gracia. En la congregación de Dios junta a los hijos de Dios en una familia con lazos de amor. El Espíritu de Dios nos enseña a apoyar el uno al otro con la palabra de Dios en nuestro caminar. Este maestro espera que los hijos de Dios tengan la mente de un niño y un corazón obediente. Pedimos a Dios ser protegidos en el rebaño del Buen Pastor para que podamos alcanzar el objetivo de nuestra fe – la salvación de nuestra alma.
Dios bendice al hijo obediente. Que todos tengamos la petición que el joven Samuel tuvo: “Habla [Señor]; porque tu siervo oye” (1 Samuel 3:10).
Texto: Aimo Hautamäki
Traducción: MM
Recursos: Tulevaisuuteen ja toivoon, Vuosikirja 2000
Julkaistu espanjankielisessä kieliliitteessä 24.11.2015.
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