Nuevo mandamiento
El discurso de despedida de Jesús está incluído en el evangelio de San Juan. Allí Jesús les aconseja a sus discipulos que mantengan el amor entre los hermanos en la fe: ”Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.” (Juan 13:34)
”El nuevo mandamiento” se trata del amor más profundo de lo que es el amor entre los prójimos en general, sobre lo que habla el antiguo testamento y Jesús en otras partes de la Biblia. El amor del ”nuevo mandamiento” representa la relación entre Jesús y sus discipulos. Sobre esto existe un ejemplo en la parábola del vino: ”Yo soy la vid, vosotros los pámpanos” (Juan 15:5). Jesús dice también: ”Permaneced en mí, y yo en vosotros.” (Juan 15:4)
El amor entre los cristianos es efecto del amor de Dios: ”Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.” (1. Juan 4:7). En la carta de San Pedro se cuenta que los creyentes han renacido por ”la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1. Pedro 1:23). Se les aconseja a los creyentes: ”Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amamos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (1. Pedro 1:22).
La origen del amor es el sacrificio que Dios mismo en Jesús proporcionó: ”Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.” (1. Juan 4:14). Y esto conlleva, que ”Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.” (1. Juan 4:11). Los creyentes son testigos de este amor en su propia vida.
Un ejemplo del amor entre los discipulos es el amor más grande que Jesús les mostró a ellos: ”En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.” (1. Juan 3:16.)
El amor une la cogregación
El Espíritu Santo creaba el amor que unió a los creyentes a formar una congregación. Pablo compara la congregación con el cuerpo humano, en el cual el Cristo es la cabeza. La congregación es un conjunto que tiene varios miembros. En la congregación de Dios se ve el amor fraternal también porque todos los creyentes son de igual valor sin consideración a su nacionalidad, etnia, posición social, o sexo (Gál 3:28). Según Pablo ”por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1. Cor 12:13). Los creyentes forman un pueblo que anda en una sola fe, un Espirítu y un amor.
El amor mancomunado y la vida cotidiana
El amor mutuo tiene su rol en la vida cotidiana también. El amor nos pone a distribuir el don de Dios al hermano en falta de algo: ”Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.” (1. Juan 3:17–18).
Apóstol Pablo enseñó el sacrificado amor para las casas y relaciónes interpersonales cercanos de los cristianos. A los maridos les escribe: ”Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.” (Ef. 5:25–30.) A todos los cristianos les dice: ”Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.” (Room. 12:10).
Velar por el amor mancomunado
Amor es efecto del Espíritu de Dios y una condición de quedarse en Dios: ”En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu.” (1. Juan 4:13). El enemigo del alma trabaja para romper la interrelación del Espíritu y el amor.
Hay que velar por el amor: ”Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también perdonó a vosotros en Cristo.” (Ef. 4:32). Las cartas en Nuevo Testamento indican como por el pecado muchas personas abandonaban la interrelación entre los hijos de Dios y al mismo tiempo abandonaban la posibilidad de vida eterna.
El amor mancomunado afecta que se le ayuda a un/-a hermano/-a que se ha caído en pecado a levantarse de debajo del pecado a ser libre, para que el/-la no pierda su parte en el reino de Dios y la esperanza de la vida eterna. Para esto el resucitado Jesús les dió a sus propios el poder de proclamar el evangelio del perdón de los pecados. Pablo describe como debería ser la actitud cuando se ayuda a una persona caída en pecado: ”Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre.” (Gal. 6:1).
Texto: Viljo Juntunen
Publicación: Ajankohtaista 2015, Suurin on rakkaus
Traducción: LJ
Julkaistu espanjankielisessä numerossa 11.5.2016
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