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Vieraskieliset / en espanol

Editorial: La Fe es un Don de Dios

Siionin Lähetyslehti
Vieraskieliset / en espanol
20.11.2013 8.00

Juttua muokattu:

1.1. 23:47
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Según la en­se­ñan­za de Jesús, los ni­ños creen en Él. Dios otor­ga el don de la fe en cada niño que nace en es­te mun­do (Ma­teo 18:06). Si el al­ma de un niño no es cui­da­da con el Evan­ge­lio del perdón de los pe­ca­dos, el pe­ca­do se apo­de­ra de su co­razón y se cae del rei­no de Dios (Ef. 2:01). Hay muc­ha gen­te en el mun­do que vive fu­e­ra del rei­no de Dios, en el rei­no del di­ab­lo (Ma­teo. 13:38).

La Bib­lia nos ad­vier­te que si uno mu­e­re en la inc­re­du­li­dad, es­ta per­so­na se va a la per­di­ción (Mar­cos 16:16). La per­di­ción no es pre­pa­ra­da para la gen­te, sino para el di­ab­lo y sus ánge­les (Ma­teo 25:41). Dios de­sea que ni si­qui­e­ra una sola per­so­na vaya a la per­di­ción, sino que re­ci­ba la vida eter­na (Juan 3:16). Es­ta es la razón por la cual Él llama a la gen­te de vu­el­ta a Su rei­no.

Una per­so­na que vive en la inc­re­du­li­dad no pu­e­de to­mar la de­ci­sión de reg­re­sar al rei­no de Dios por su pro­pia cu­en­ta. Jesús dijo, “Nin­gu­no pu­e­de ve­nir a mí, si el Pad­re que me en­vió no le tra­je­re” (Juan 6:44).

Dios des­pier­ta el co­no­ci­mien­to del pe­ca­do en el co­razón de una per­so­na incré­du­la, a través de Su ley (Rom. 3:20). La ley de Dios re­qui­e­re del homb­re la ver­dad de pen­sa­mien­to, pa­lab­ra y ob­ra (Ma­teo 22:37–40). Se le mu­est­ra a una per­so­na que al pe­car se ha re­be­la­do cont­ra Dios.

Una per­so­na que ha sido des­per­ta­da por la ley, se ar­re­pien­te de sus pe­ca­dos y co­mien­za a pre­gun­tar qué debe ha­cer para que él pu­e­da vol­ver a con­ver­tir­se en un hijo de Dios. Ni una sola per­so­na es ca­paz de ga­nar la sal­va­ción por sus pro­pi­os ac­tos. To­dos es­ta­mos cor­rom­pi­dos por el pe­ca­do (Rom. 3:12). La Bib­lia re­la­ta que una per­so­na ne­ce­si­ta de la gra­cia de Dios para ob­te­ner el perdón de sus pe­ca­dos y con­ver­tir­se en un hijo de Dios.

El di­ab­lo no qui­e­re li­be­rar a una per­so­na de sus gar­ras. Él afir­ma que no vale la pena que se ar­re­pien­tan. Jesús, sin em­bar­go, re­cu­er­da: ”Por­que ¿qué ap­ro­vec­hará al homb­re, si ga­na­re todo el mun­do, y per­die­re su al­ma?” (Mar­cos 8:36). La Bib­lia nos ad­vier­te en cont­ra de rec­ha­zar la lla­ma­da de Dios, ”Si oy­e­reis hoy su voz, no en­du­rezc­áis vu­est­ros co­ra­zo­nes” (Heb. 3:7–8). La cu­es­tión más im­por­tan­te en la vida del homb­re es bus­car el rei­no de Dios y Su jus­ti­cia. Dios le da a una per­so­na, jun­to con Su rei­no, todo lo demás que ne­ce­si­ta (Ma­teo 6:33; Mar­cos 10:29–30).

Uno pu­e­de ent­rar en el rei­no de Dios sólo a través del ar­re­pen­ti­mien­to. Jesús ex­hor­ta: ”El tiem­po se ha cump­li­do, y el rei­no de Dios se ha acer­ca­do: ar­re­pent­íos, y creed en el evan­ge­lio” (Mar­cos 1:15). Jesús en­vió a los su­yos a pre­di­car el ar­re­pen­ti­mien­to y el perdón de los pe­ca­dos a to­das las per­so­nas (Lu­cas 24:47).

El rei­no de Dios se acer­ca a las per­so­nas a través de la pre­di­ca­ción del Evan­ge­lio inc­lu­so hoy en día. Cu­an­do una per­so­na oye y cree en el evan­ge­lio del perdón de los pe­ca­dos, la sang­re de Jesús lim­pia el co­razón y re­ci­be el Espí­ri­tu San­to en su co­razón (Ef. 1:13, Heb. 9:14). Se pu­e­de disf­ru­tar de la paz, la alegr­ía y la li­ber­tad en el rei­no de Dios (Gála­tas 5:22; Rom. 14:17).

Con es­te fol­le­to de­se­a­mos la ben­di­ción de Dios a to­dos sus lec­to­res. Nu­est­ra ora­ción es que los artí­cu­los de es­te fol­le­to for­ta­lez­can la fe de los hi­jos de Dios y llame a los incré­du­los al rei­no de Dios.

Pek­ka Ait­ta­kum­pu

Tra­duc­ción: Mi­ran­da Hend­rick­son

Jul­kais­tu es­pan­jan­kie­li­ses­sä kie­li­lii­tees­sä 11/2013

14.12.2024

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