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Vieraskieliset / en espanol

Editorial: Dios Abre la Salvación a través de Su Palabra

Siionin Lähetyslehti
Vieraskieliset / en espanol
2.4.2014 0.00

Juttua muokattu:

1.1. 23:48
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El lema de los ser­vi­ci­os de ve­ra­no en Pu­das­jar­vi, Fin­lan­dia fu­e­ron las pa­lab­ras de Tomás a Jesús: “¡Se­ñor mío, y Dios mío!” Tomás, el incré­du­lo, vio las ma­nos per­fo­ra­do­ras de su Sal­va­dor, y así la ob­ra re­den­to­ra, la cual hab­ía sido pre­pa­ra­da por Dios, le fue re­ve­la­da. La esen­cia de la fe fue evi­den­te en la res­pu­es­ta de Jesús: “… Por­que me has vis­to, Tomás, creís­te; bie­na­ven­tu­ra­dos los que no vie­ron, y crey­e­ron.” (Juan 20:29)

Uno podr­ía ima­gi­nar que ser­ía fácil para Tomás creer, por­que hab­ía vis­to a Jesús, oí­do sus en­se­ñan­zas, e inc­lu­so toco sus ma­nos que hab­ían sido per­fo­ra­das en la cruz. Mient­ras Él pre­di­ca­ba y re­a­li­za­ba mi­lag­ros en su ciu­dad na­tal, Jesús vio que “No hay pro­fe­ta sin hon­ra sino en su pro­pia tier­ra, y ent­re sus pa­rien­tes, y en su casa.” (Mar­cos 6:4) Aun­que muc­hos co­noc­ían a Jesús, no lo veía como el Hijo de Dios, su Sal­va­dor, por­que ca­rec­ían de fe.

En la car­ta a los Heb­re­os se dice: “Es, pues, la fe la cer­te­za de lo que se es­pe­ra, la con­vic­ción de lo que no se ve.” La men­te del ser hu­ma­no no pu­e­de comp­ren­der las pro­me­sas de Dios, por­que son re­ve­la­dos úni­ca­men­te a través de la fe. Lu­te­ro esc­ri­be sob­re es­to: “Creo que por mi razón y por mis fu­er­zas pro­pi­as no soy ca­paz de creer en Je­suc­ris­to, mi Se­ñor, ni lle­gar a él, pero es el Espí­ri­tu San­to qui­en me ha lla­ma­do al evan­ge­lio.” (Ca­te­cis­mo Me­nor)

Le fe es la ob­ra de Dios. Es con­fi­ar en Dios y en Su Pa­lab­ra. Uno no pu­e­de po­seer­la a través de nin­gu­na ca­rac­terís­ti­ca hu­ma­na. Cada per­so­na nace sien­do cre­a­da y re­di­mi­da por Dios. De­bi­do a La Caí­da, la hu­ma­ni­dad es pro­pen­sa a las du­das y al pe­ca­do. Inc­lu­so aqu­el que po­see el don de la fe, no está lib­re de es­to. Uno pu­e­de per­der la fe por el pe­ca­do. El pe­ca­do nos se­pa­ra de Dios, y se rom­pe nu­est­ra con­fi­an­za y uni­dad con Él.

El Após­tol Ped­ro pre­di­co el evan­ge­lio de Cris­to en la casa de Cor­ne­lio: “…que to­dos los que en él crey­e­ren, re­ci­birán el perdón de los pe­ca­dos” (Hec­hos 10:43). Muc­hos re­ci­bie­ron la gra­cia del ar­re­pen­ti­mien­to en esos ser­vi­ci­os. El sermón de Ped­ro fue un tes­ti­mo­nio de Cris­to, Su mu­er­te y Su re­sur­rec­ción. Lu­cas de­no­ta los efec­tos del sermón: “Mient­ras aún hab­la­ba Ped­ro es­tas pa­lab­ras, el Espí­ri­tu San­to cayó sob­re to­dos los que oían el dis­cur­so.” (Hec­hos 10:44).

El oy­en­te de la Pa­lab­ra de Dios es como es­tar en fren­te a un es­pe­jo, en don­de sus fal­tas y sus er­ro­res son re­ve­la­das. El evan­ge­lio re­con­for­tan­te de Cris­to, el sermón del perdón de los pe­ca­dos, el cual lim­pia de todo pe­ca­do, per­te­ne­ce al pe­ca­dor pe­ni­ten­te. La pa­lab­ra de Dios con­su­e­la, for­ta­le­ce, y ali­men­ta. De es­te fluye la for­ta­le­za que ánima, para se­guir una nu­e­va ma­ne­ra de vi­vir. Crea amor y ag­ra­de­ci­mien­to.

El evan­ge­lio del rei­no de Dios es para to­dos. Aqu­el­los que han re­ci­bi­do ese don, lle­van el men­sa­je ju­bi­lo­so a ot­ros. Dios tie­ne Su tiem­po para la ob­ra del evan­ge­lio. Él da un tiem­po de vi­si­ta­ción en el cual Él des­pier­ta al homb­re y per­mi­te que Su rei­no se le acer­que. En­ton­ces, es po­sib­le que se ar­re­pien­ta y crea en el Evan­ge­lio.

Tex­to: Ol­li Lohi

Tra­duc­tor: Jes­si­ca Ni­ku­la

Jul­kais­tu es­pan­jan­kie­li­ses­sä kie­li­liit­tees­sä 11/2013.