En concordancia con la Biblia, la doctrina Cristiana antigua declara que: “Dios, quien nos ha creado, nos ordena seguir Su voluntad en nuestras vidas. Dios nos ha revelado Su santa voluntad a través de Su ley. La ley de Dios quiere de nosotros la verdad, la justicia, y la pureza de pensamientos, palabras y acciones.” La buena voluntad de Dios tiene como propósito, como ley propia de vida, el proteger la vida que Dios ha creado y todo aquello que es sagrado y precioso.
En la oración del Padre Nuestro, le pedimos a Dios que se haga Su santa voluntad tanto aquí en esta tierra así también como en el cielo. Según el Catecismo Menor de Lutero, la voluntad de Dios se hace en la tierra “cuando Dios derrota y obstaculiza cada consejo y propósito maligno, como la voluntad del demonio, el mundo y nuestra propia carne”. Él también “nos mantiene y fortalece en Su palabra y en la fe hasta el final. Esta es Su voluntad buena y misericordiosa”.
El gobierno es de Dios
Para cumplir Su voluntad y mantener el orden social, Dios usa autoridad temporal. La Biblia dice que el gobierno no en vano lleva la espada. Es el sirviente de Dios que implementa los castigos que pertenecen al ofensor. (Romanos 13:4.)
Debemos recordar en nuestras oraciones a los que llevan cargos de autoridad en nuestra sociedad, “para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Timoteo 2:1–2). De esta manera nosotros también participamos en el cumplimiento de la buena voluntad de Dios en nuestras vidas.
Aquí en la tierra abunda la maldad, tampoco Dios derrota todos los consejos y hechuras de maldad. No obstante, no es la culpa de Dios, sino de nosotros como gente mala. Dios ha visto justo el rechazar lo impío y dejarlos en sus propios actos: “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Romanos 1:28).
Jesús cumplió la voluntad de Dios
Muchas veces no entendemos que la buena voluntad de Dios también se cumple cuando uno se enfrenta a la adversidad y las tribulaciones. En estos casos, pareciera que Dios no escucha nuestras oraciones, y fácilmente nos empezamos a rebelar contra Él. Nos preguntamos, ¿Por qué Dios permite que todo esto les suceda a Sus hijos? A veces es difícil estar contento y simplemente pensar que los pensamientos de Dios no son nuestros y que Sus caminos no son nuestros (Isaías 55:9).
Nosotros, como seres humanos, no podemos cumplir la voluntad de Dios. Como Pablo, debemos confesar: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado (Romanos 7:18-19, 24–25).
A pesar de todo, el lamento de Pablo contiene el mismo aliento de esperanza que el mensaje del coro de ángeles en la noche de Navidad: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14.) Jesús sufrió la crucifixión y en esta manera cumplió perfectamente con la voluntad de Dios por nosotros: “Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día postrero.” (Juan 6: 38–39.)
Jesús dijo sus últimas palabras: “¡Consumado es!” (Juan 19:30.) Esto calma incluso nuestros corazones.
Texto: Jorma Kiviranta
Publicado: Siionin Lähetyslehti 6/2008
Traducción: Sofia Pylväinen
Julkaistu espanjankielisessä kieliliitteessä 11/2013.
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