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Vieraskieliset / en espanol

Bautizo del arrepentimiento

Siionin Lähetyslehti
Vieraskieliset / en espanol
10.5.2017 9.21

Juttua muokattu:

1.1. 11:14
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Juan el Bau­tis­ta era pi­o­ne­ro. El pre­paró el ca­mi­no para Jesús a los co­razó­nes de los homb­res. Es­to su­ce­dió con pre­di­ca­ción: ”Ar­re­pent­íos, por­que el rei­no de los cie­los se ha acer­ca­do.” (San Ma­teo 3:1–3)

Sus pa­lab­ras al­can­za­ron los co­razó­nes de la gen­te. Y no es un mi­lag­ro. Sus pa­lab­ras eran di­rec­tas. Les do­lie­ron. Ent­re ot­ros a los fa­ri­se­os y ec­ri­bas el dijo: ”Ge­ne­ra­ción de víbo­ras! Quién os en­se­ño a huir de la ira ve­ni­de­ra? Ha­ced, pues, fru­tos dig­nos de ar­re­pen­ti­mien­to.” (San Ma­teo 3:7–8.)

Las pa­lab­ras de Juan des­per­ta­ron la pe­ni­ten­cia y con eso la an­sia. Ob­li­ga­dos por la an­sia la gen­te con­fesó sus pe­ca­dos. El bau­ti­zo de Juan era bau­ti­zo de ar­re­pen­ti­mien­to. Aqu­el­los los que sin­tie­ron y con­fe­sa­ron sus pe­ca­dos, Juan los bau­tizó.

El bau­ti­zo de Jesús

Jesús tam­bién llegó a Juan al río Jordán para ser bau­ti­za­do. Según San Ma­teo Juan co­noc­ía a Jesús. El sab­ía que Jesús era im­pe­cab­le. Por eso Juan se pre­guntó la lle­ga­da de Jesús al ”bau­ti­zo de los pe­ca­do­res” y por eso el tam­bién im­pe­dia . ”Yo ne­ce­si­to ser bau­ti­za­do por ti, y tú vie­nes a mi?”. Pero Jesús acal­ló a Juan res­pon­dien­do: Deja aho­ra, por­que así con­vie­ne que cump­la­mos toda jus­ti­cia.” (San Ma­teo 3:13–15.)

Dios es jus­to y equi­ta­ti­vo. El es­pe­ra per­fec­ción y asi tam­bién ar­re­pen­ti­mien­to de los pe­ca­dos. La cai­da al pe­ca­do puso el odio y cas­ti­go de Dios en­ci­ma de los homb­res. Para sa­lir de­ba­jo del odio de Dios el homb­re ten­ía que ar­re­pen­tir­se de sus inf­rac­ció­nes. Cu­an­do na­die sien­do pe­ca­do­res no era ap­to para es­te, Dios mis­mo de­ci­dió en su Hijo re­con­ci­li­ar to­dos los pe­ca­dos de los homb­res.

Pad­re Dios puso toda la deu­da del pe­ca­do de es­te mun­do en­ci­ma de los homb­ros de su Hijo ino­cen­te e im­pe­cab­le. De es­ta ma­ne­ra es­te jus­to sier­vo del Se­ñor jus­ti­ficó a muc­hos (Isa­ías. 53:11). Jesús fué inc­lui­do al grupo de mal­hec­ho­res como car­ga­dor de nu­est­ros pe­ca­dos.

Aun­que Jesús en si mis­mo era im­pe­cab­le, como car­ga­dor de nu­est­ros pe­ca­dos el era pe­ca­do­so. El vino a ser bau­ti­za­do por Juan para cump­lir la vo­lun­tad jus­ta de Dios. Juan bau­tizó a Jesús de la mis­ma ma­ne­ra que las ot­ras per­so­nas que con­fe­sa­ron sus pe­ca­dos.

Pad­re, Hijo y El Espí­ri­tu San­to pre­sen­te

Cu­an­do Jesús se sur­gió del agua, los cie­los ab­rie­ron y Jesús vió El Espí­ri­tu San­to des­cen­dien­do sob­re él en for­ma de pa­lo­ma. Y hubo una voz de los cie­los que dec­ía: ”Éste es mi Hijo ama­do, en qui­en ten­go comp­la­cen­cia.” (San Ma­teo 3:16–17.)

La tri­ni­dad de Dios es­ta­ba pre­sen­te en ese mo­men­to: Pad­re, de qui­en su voz se es­cuchó, Hijo sur­gi­do del agua y Espí­ri­tu San­to en for­ma de pa­lo­ma. La pre­sen­cia de la san­ta tri­ni­dad contó sob­re el plan mu­tuo del Pad­re, Hijo y El Espí­ri­tu San­to y el co­mien­zo de ob­ra de re­den­ción.

El Pad­re hab­ía acor­da­do a crear el mun­do y el homb­re. El sab­ía que va a pa­sar cu­an­do un homb­re en­cu­ent­ra la ten­ta­ci­on del ene­mi­go del ama: el homb­re cae al pe­ca­do. Por eso el Pad­re acordó sob­re la re­den­ción ya an­tes de la cre­a­ción. El Hijo pro­me­tió ha­cer­lo (Sal­mos 2:6–8).

La ob­ra del Cris­to hu­bie­se qu­e­da­do a me­di­as si El Espí­ri­tu San­to no hu­bie­se se­gui­do su tra­ba­jo des­pu­es del suf­ri­men­to, mu­er­te, re­sur­rec­ción y as­cen­sión de Cris­to.

El tra­ba­jo si­gue

El Dios de san­ta tri­di­nad tra­ba­ja to­dav­ía. El no ha aban­do­na­do el mun­do que El ha cre­a­do y re­di­mi­do. Pad­re como Se­ñor de la vida y de la mu­er­te crea nu­e­va vida. Para eso El tie­ne so­be­ra­na au­toc­ra­cia. Para un homb­re no se ha dado pre­do­mi­na­ción sob­re la vida y la mu­er­te.

La ob­ra de re­den­ción del Hijo es­ta en vi­gor. Para el pago de los pe­ca­dos el oro y la plata no son su­fi­cien­tes. Uni­ca­men­te la sang­re de re­den­ción del Hijo es un pago su­fi­cen­te de los pe­ca­dos. Es­ta re­den­ción es­ta hec­ha to­da­via hoy ver­da­de­ra por el Es­pi­ri­tu San­to.

La ob­ra de Cris­to si­gue como ob­ra del Espí­ri­tu San­to en su cong­re­ga­ción. En el men­sa­je de la cong­re­ga­ción de Dios se pu­e­de es­cuc­har la in­vi­ta­ción al ar­re­pen­ti­mien­to pero al mis­mo tiem­po hay un men­sa­je her­mo­so del perdón de pe­ca­dos. Cu­an­do Jesús man­do sus pro­pi­os dicí­pu­los al tra­ba­jo El pro­me­tió: ”Re­ci­bid el Espí­ri­tu San­to, a qui­e­nes re­mi­tie­reis los pe­ca­dos, les son re­mi­ti­dos”.

Tex­to: Ai­mo Hau­ta­mä­ki

Pub­li­ca­ción: Päi­vä­mies 1/2016

Tra­duc­ción: T. K.

Jul­kais­tu es­pan­jan­kie­li­ses­sä nu­me­ros­sa 10.5.2017